Como cada día, dependo de una droga: de la palabra, por la que me inyecto en vena miles de frases que muestran su efecto poco después al plasmarlas en un papel.
Dependo de algo que engancha, que me quema, que me desgarra, que me destruye psicólogica y fisicamente. Que me ayuda a decidir cómo salir de lo peor. Que me escucha. Que aguanta mis lágrimas sin rechistar. Que me da consejo aunque resulte difícil. Que entiende hasta el último rincón de mis pensamientos. Que sabe cuántos años tiene mi alma y cuántos pueden llegar a quedarle. Que me da calor cuando más necesito abrigo. Que hace de árbitro en la lucha interna que mi cerebro y corazón mantienen desde hace mil y un inviernos. Será destructiva y cientos de cosas más pero, aunque suene contradictorio, no solo me quita vida con cada palabra que dejo en el tintero, me la da en cada línea que escribo. Es todo. Es mi noche convertida en día y mi día convertido en noche. Es lo único que tengo. El último trago al Jack Daniel's. Me faltarían horas para agradecerle cada suspiro que consiguió sacarme, porque es mi droga, mi vida. La banda sonora que compone mi tragicomedia...~
{AlmostÉlah.}
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